sábado, 5 de noviembre de 2016

¿Dónde se ha ido la niñez?





Recibo con estremecimiento la noticia del fallecimiento de una niña de 12 años de un coma etílico. La pequeña hacía botellón. Entre unos pocos se bebieron una botella de ron y otra de vodka. La niña cayó redonda al suelo tras perder el conocimiento y los amigos asustados, en lugar de llamar al Summa, la llevaron en un carrito de supermercado hasta el Centro de Salud. Media hora tardaron en recorrer la distancia desde el descampado en el que estaban hasta el centro médico. Media hora vital para la niña...
Ahora, pasados unos días, las voces claman, como siempre, por un culpable o culpables. Lo más fácil es decantarse por los padres. De hecho, en los periódicos ya se anuncia a bombo y platillo que la niña ya había sido llevada en dos ocasiones a su casa por la policía, en franca intoxicación etílica. Pero, ¿en realidad son ellos los culpables o son los chivos expiatorios que siempre tenemos que buscar para acallar nuestras conciencias ante este tipo de noticias? 
En mi novela, La fuerza de Eros, Raquel López, una niña de 12 años, por un mal uso de las redes sociales entra en contacto con alguien que dice ser una persona que puede ayudarle a resolver sus problemas, cuando en realidad es un depredador, un pedófilo, que quiere aprovecharse de la vulnerabilidad de la niña. Esto, que retrato a modo de ficción, está basado en hechos reales. Pasa más a menudo de lo que imaginamos. Y los padres no sospechan nada. Los padres creen que sus hijos nunca harían esas cosas y menos siendo unos niños. Sí, niños. A los doce años aún se es un niño, en concreto, estaría en lo que venimos en llamar: segunda niñez.

¿Y qué hace un niño o una niña bebiendo hasta caer inconsciente? ¿O chateando con gente desconocida? ¿O manteniendo relaciones sexuales "consentidas"? 
¿Qué está pasando? ¿Por qué adquieren tan pronto un rol de adulto? ¿Dónde se ha ido la niñez? 

Desde el punto de vista psicológico, la segunda niñez, que va desde los 7 a los 12 años es una etapa de afirmación de la identidad, en la que se tiene que formar un Yo maduro y responsable y donde se da paso de la moral heterónoma (la que se da en los individuos que no cuestionan las normas que provienen de una determinada autoridad) a la moral autónoma, en la que ya se es capaz de juzgar la norma, independientemente de quien la dicte, según su bondad o maldad, y se basa en el respeto mutuo y la reciprocidad. Este cambio de concepción de la moral es un paso importantísimo para el desarrollo psicológico del futuro adulto. El niño tiene que pasar a tomar sus propias decisiones sobre la base de haber acatado antes las que los adultos le han mostrado como más adecuadas. Y aquí creo que es donde reside el problema. Un problema que no es solo de los padres, sino de la sociedad en general.
¿Qué estamos enseñando a nuestros niños? ¿Qué valores le está inculcando esta sociedad de dos caras en la que nos ha tocado vivir? Responder estas cuestiones es introducirnos en un terreno pantanoso con arenas movedizas que  amenazan con tragarnos. 
La clase política roba y no se castiga, en el colegio acosan y maltratan a niños y al final quien tiene la culpa es la víctima, se cacarea en todos los ámbitos que el niño no debe tener móvil, pero se lo damos para acallar nuestras conciencias y así poder vigilarlo mejor, saber con quien se wassapea, dejamos que nos mientan porque así vivimos más felices —ojos que no ven corazón que no siente—... Todo mejor que encarar los problemas de frente, utilizando una buena comunicación, afrontando de manera eficaz las diferentes situaciones, hablando, abrazando, besando, aguantando... a nuestros niños.
Los padres de la niña fallecida sabían que su hija bebía y no lo impidieron. Los amigos de la niña fallecida sabían que estaban haciendo algo mal y por eso no acudieron a la ayuda que hubiera sido más eficaz, por temor al castigo, que sin duda ahora pesará sobre sus conciencias para siempre (ojalá). ¿Y el adulto que les compró las bebidas? Según la ley los niños no pueden hacerse con el ron y el vodka. Se piensa que un adulto se los compró. ¿Ese adulto no sabía que estaba haciendo mal o le daba igual que unos niños consumieran alcohol? Y si no fue un adulto, sino que fue en un establecimiento que pasan la vista gorda y sirven alcohol a menores? ¿Cómo ese sujeto o sujetos no está entre rejas? 
¿Quién o quienes son los culpables?
Ahora llega el momento de la verdad. El momento de que con la mano en el corazón reconozcamos que todos somos culpables. Por acción o por omisión, TODOS somos responsables de lo que le estamos haciendo a nuestros niños. Y si no le ponemos remedio, hechos como este u otros similares, se repetirán más veces. 
Les hemos robado la niñez y tenemos que devolvérsela. Ellos son el futuro de nuestra humanidad. 

15 comentarios:

  1. Gracias por tu análisis. Yo me niego a pensar que solo los padres tienen la culpa, este es un problema mucho más complejo.

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  2. Mi generación no sufría este problema, apenas nos dejaban salir solos. El alcohol estaba prohibido y solo en Navidad nos dejaban beber una copita de sidra. Vigilaban de cerca nuestras amistades, lo que leíamos y tantas cosas que ahora se llaman represión. Creo que los padres actuales sufren una prtesión muy fuerte y la infancia se ha acortado de forma alarmante. Si comparo mis doce años con los niños de hoy en día, se acercan más a mis veinte.

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    1. La niñez desaparece en pos de una precoz juventud que luego se eterniza.

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  3. Es la sociedad con unos valores descuidados la que está teniendo la culpa, y todos formamos parte de ella. Realmente todos debemos hacer autocrítica y no mirar a otro lado.
    Estupendo análisis que comparto.

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  4. Haces un análisis muy agudo y acertado sobre los valores en los que se mueve la sociedad. Un ejemplo más de lo que Viene en llamarse la sociedad líquida. Y no por el alcohol como causante de la tragedia sino por la permisividad, la falta de principios claros y firmes y por un fenómeno que era muy útil: La tribu educa. Ahora desgraciadamente sólo nos conformamos con buscar culpables, acontecer nuestra conciencia y a otra cosa mariposa.

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    1. Ese cerrar los ojos nos pasa a todos y con demasiada frecuencia, vamos a tener que hacer un esfuerzo.

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  5. Un buen análisis de la situación, no hay culpables con nombre y apellido, tampoco podemos acudir a la manida culpabilidad de la sociedad, es un conjunto de situaciones que se nos han ido de las manos, desde que el respeto de los niños a sus padres pasó a ser el miedo de los profesores a los padres ya es dificil recuperar el tiempo perdido. Ya ves o no se actualiza tu blog o no me voy de aquí. (durante un tiempo solo te podía leer, comentar había que hacerlo desde Google + y yo no lo utilizo. Abrazos

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    1. Me alegro de que ya puedas comentar. Me interesa saber como pensáis, También aprendo de vuestras opiniones.

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  6. Buenísima reflexión.
    Acabo de leer que los padres van a denunciar al Ayuntamiento, me imagino que para intentar amortiguar su culpa y su pena.
    Tenemos que intentar, entre todos, que vuelvan a ser niños.

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  7. Los padres que intentamos educar en los valores que nosotros atendimos, nos damos de bruces con "es que soy el único de mis amigos que....." Pero prefiero mil veces que me pese la culpa de "marginar" a mi hij@ frente a sus "amigos", a hacerlo de otro modo que, por ende, ni comparto.

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  8. Por fortuna, mis hijos ya pertenencen a la geración anterior y nunca tuvimos estas compliciones, pero ellos son mucho
    más permsivos con sus hijos. Lo cual nos convierte también en culpables, porqué no supimos inculcarles lo bastante bién esos valores contrapuestos a la moral y ética actual, que seria lo deseable. Enfín, creo que no es lo prioritario buscar al culpaable, sino mirar de atajar este mal tan genealizado. y que nos supera a todos. Un abrazo.

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  9. Lo más fácil siempre es echar las culpas a los padres de todo lo que hacen sus hijos.

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  10. No solo los padres, como digo al final todos somos responsables de lo que está ocurriendo. Un saludo

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