POPY
Está sentada sobre sus patas
traseras y me mira. Me mira, pero no me ve; hace tiempo que sus cristalinos se
volvieron opacos, casi blancos.
Está sentada sobre sus patas
traseras y mueve las orejas en un gesto característico, como si prestara
atención a lo que le estoy diciendo. Imposible, no oye; hace tiempo que sus oído
se endureció, dejó de alterarse ante cualquier movimiento, sonido, ruido, dejo
de ladrar cuando escuchaba que alguien llegaba al portal de nuestra casa.
Está sentada sobre sus patas
traseras y al poco se levanta, cambia de posición. Sus articulaciones
artrósicas le provocan dolor. Cambia de postura, me mira, mueve sus orejas y de
echa sobre el cojín. Uno, dos minutos…y sus ronquidos se escuchas en toda la
casa. Duerme y duerme.
Ésta es Popy, mi mascota. Una
perra schnauzer tierna, cariñosa y amada que ha envejecido a mi lado. Acaba de
cumplir quince años; una viejecita, como
yo le digo cariñosamente con un nudo en la garganta que confunde mis palabras y
lágrimas en los ojos, cuando compruebo, con el pasar de los días, que se hace un poquito más vieja.
Mi querida Popy, la que llenó el
hueco que dejó nuestra anterior mascota, Chispa, una perrita de lanas que nos
dejó después de diez años, más arisquilla y traviesa.
Mi fiel Popy que a la muerte de
mi padre, estuvo mucho tiempo triste, sin comer, yendo y viniendo al dormitorio que
él ocupó. Una depresión, me dijo el veterinario que tenía. Paradojas de la vida…
y yo sin enterarme.
Mi afectuosa Popy que me esperaba
detrás de la puerta a que llegara del trabajo, moviendo su diminuto rabo para
manifestarme su alegría con grandes lametones de su rosada lengua.
Mi glotona Popy, que se subió un
día a la mesa para comerse el
acompañamiento del cocido, incluído el tocino y que tardó casi una semana para
digerirlo.
Popy es mayor, no ve, no oye, se
asusta de todo, no le gusta que la toquen, no me da lametones…, pero aún mueve
el rabo en una circunstancia: ante su plato. En el momento de la comida sufre
una trasformación al estilo de Mr Jeckill; como si volviera a su juventud,
danza y brinca con sus patas reumáticas esperando el alimento. Incompatible con
sus achaques, pero cierto. Disfruta comiendo, más bien, devora en instantes. Al poco, el plato está vació y
vuelve sus ojos ciegos hacia mí, implorando más y más…no tiene hartura. Luego a
dormir, a roncar y a soñar con el próximo plato de comida.
Esta es mi Popy. Y a mí se me
encoge el alma cuando enferma, cuando no se quiere levantar de su cama o cuando
no se acerca a la comida como es habitual en ella. En ese justo instante, se me
hace presente su edad, su posible pérdida… No sé qué haré cuando no esté
conmigo.
Por ahora continúo disfrutando de
su tranquila y ausente compañía, de sus ronquidos y de su danza alrededor de la
comida; espero que por mucho tiempo.
Mi amiga, mi compañera, mi
mascota, como tú no habrá otra.
Gustavo sabía que con este tema volvería a estar aquí, y así ha sido. Me alegro de encontrarme de nuevo con vosotros.
Más mascotas en casa de Gustavo